Como los niveles de
testosterona están unidos a la
agresividad y el
dominio, que a su vez se relacionan con el rendimiento y el status. Esta relación no se limita al hombre. Los estudios animales han descubierto que la testosterona se relaciona con el cambio del status del macho.
Una investigación de la
Universidad de California hizo sacar a un mono de un grupo de monos donde era el líder. El macho que ascendió a ocupar su posición presentó una subida inmediata de
testosterona, mientras que el que salió del grupo pasando a otro para aceptar una posición inferior sufrió una bajada de testosterona.
Similarmente, cuando un hombre tiene que enfrentarse cara a cara con otro, se elevan sus niveles de testosterona. Los estudios con jugadores de tenis y luchadores comprobaron que, inmediatamente, antes de un combate se alzan los niveles de testosterona como si anticipasen ya la competición. Después de la pugna, baja el ánimo de los perdedores, lo mismo que sus niveles de testosterona.
Y cada derrota adicional produce otra reducción. Los niveles ya elevados de los vencedores se refuerzan con cada nueva victoria, potenciando así la competición. Para esos hombres, las marcas de la testosterona permanecen siempre dentro del tope de todos los seres humanos machos. Los ganadores suelen volver a competir mientras que los que pierden se van a casa. Esto acaba por crear una red de información que puede explicar el asunto de las victorias y derrotas consecutivas, dice Dabbs.
La relación entre
hormonas y competición aún no está todavía clara. Para que se alcen los niveles de testosterona, los hombres tienen que tomarse en serio el asunto de la competición. Un estudio descubrió que los jugadores de ajedrez presentaban una elevación de testosterona menor en las competiciones locales, mientras que ésta subía en las de carácter regional.
La forma en que un hombre percibe su victoria también influencia sus niveles de testosterona. «La conducta es lo que produce la elevación hormonal», dice el Dr. Brian Gladue, un consejero de investigación del Institute for Pólice Research en la Universidad de Cincinnati. Una elevación de la testosterona requiere una victoria «real», dice, o al menos una percepción de que sea auténtica. Para poder verificarlo, Gladue pidió a los hombres que pensaran como vencedores y luego que tuvieran pensamientos de derrota. «Sus niveles hormonales siguieron idénticos», dice Gladue. «Y las cintas motivacionales como las de Dale Carnigie, son excelentes si queremos sentirnos bien, pero no elevan nuestra testosterona.»
Añadiéndose a la complicación, aparece el hecho de que «la victoria es algo subjetivo», dice Gladue. El mismo dio a sus estudiantes la oportunidad de ganar cinco dólares. Cuando lo hicieron se elevaron sus niveles de testosterona. «Pero si un abogado profesional gana esa misma cifra», asegura, «creo que sus niveles hormonales apenas van a moverse. Por otra parte, ese mismo abogado podría tener una buena elevación de testosterona si derrota a un rival de antiguo en el poker y se lleva esos cinco dólares.
«Para que suba la hormona», puntualiza, «hay que ganar algo de valor para los hombres, como el dinero o el status».
La prueba de los niveles hormonales durante los periodos de conducta donde no haya competición puede no ayudar a predecir un status individual, dice, pero los niveles hormonales medidos después de la competición pueden ayudarnos a predecir los cambios subsiguientes en la jerarquía. Eso se debe a que los niveles que se alzan tienden a incitar a un hombre a competir más duro y la reducción de esos niveles le quitan el gusto por la batalla.