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martes, 25 de enero de 2011

El Culturismo - un deporte cuestionado


Parece que cada cual se haya erigido como defensor de la verdad absoluta, su única verdad, y pretenda defenderla contra viento y marea haciendo ver a todo el mundo que en ello le va la vida, cuando a muchos lo único que les importa es salvaguardar esos cinco minutos de gloria efímera en la que se relamen cada vez que la ocasión se lo permite.

Cierto es que sigue habiendo personas que trabajan de forma desinteresada por el bien del culturismo y el fitness en este país, aunque en honor a la verdad debo decir que en un porcentaje muy inferior a todas aquellas que de un modo u otro mantienen algún tipo de interés en esta empresa.

Afortunadamente, en algunos casos, los primeros son aquellos que gobiernan la nave —su nave—. y en ella se embarcan casi siempre las ilusiones de un muy amplio colectivo que ve refrendadas sus esperanzas deportivas en la gestión de sus directivos.

Por desgracia seguimos viviendo en el país de los titulares, donde al parecer lleva más razón quien más etiquetas es capaz de exhibir frente a la prole desinformada. Todo son presidentes, vicepresidentes ejecutivos u honorarios, jefes de aquí o de allá, oficiales sin mando, responsables de eso o de aquello... Si hay que estar en la línea de fuego no hay problema, pero para ello es imprescindible el uniforme de gala.

La chaqueta y la corbata se tornan indispensables, y como infundados de una autoridad moral irreprochable esgrimen sus siglas como si de ellas se destilara la verdadera razón de sus argumentos. Uno de ellos, y el que suelen abanderar como inexcusable motivo de que ocupen el sitio que ocupan, es el de que nadie más está dispuesto a hacer su trabajo, y lamentablemente tienen razón. A pesar de todo, cuesta encontrar gente dispuesta a sacrificar parte de su tiempo para servir a un colectivo al cual algunos de ellos han pertenecido durante tiempo y del cual muchos no se enorgullecen.

Y por si esto fuera poco, jugamos a un juego en el que lejos de unificar esfuerzos en pro del bien común, la mayoría se dedican a cristalizar orgullos personales y viejas rencillas que lo único que consiguen es enquistar una situación que ya está suficientemente comprometida. ¿Pero no deberíamos estar todos en el mismo barco en lugar de fletar distintas naves que compartiendo o no destino, terminen navegando en solitario debilitando así el esfuerzo común?

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